En
todo en lo que tú vayas a tener éxito en la vida, se van a levantar
enemigos; pero tú no puedes permitir que las maquinaciones del mundo
dañen tu corazón, tus emociones, tu espíritu, porque ¿de qué
serviría que Dios te prospere y te bendiga, y que tu corazón esté
dañado?
Los
enemigos vienen con el territorio. Lo que tú tienes que pedirle a
Dios es que nunca te dañes.
La
última expresión que hizo Jabes en su oración fue: Y si me
libraras del mal, para que no me dañe. Esta expresión “para que
no me dañe”, más que una expresión física, es emocional.
Quizás
no has experimentado daños físicos, pero sí emocionales.
Aun
en medio de una sociedad deteriorada por la criminalidad, los
asesinatos, las probabilidades de sufrir físicamente las
consecuencias de sus efectos son mínimas para nosotros, porque no
nos movemos en ese ambiente. No es que estemos exentos, pero el daño
que más le duele al hombre no es el físico, sino cuando los que
maquinan provocan daños en el corazón. Y ese es el peor daño que
un enemigo puede hacer.
Jabes
pidió que el mal no lo dañara. Podemos experimentar daños
materiales, pero el peor daño es el del corazón, porque las
pérdidas materiales las podemos sobrepasar, con fe, y con la
conciencia de que lo material es material, y se puede recuperar, Dios
te lo puede devolver. Lo que nos daña el corazón es ver las
maquinaciones de la gente.
Ante
estas maquinaciones, en ocasiones incluso nos preguntamos si somos
nosotros los que estamos mal. Y, si tú buscas algo mal en ti, lo vas
a encontrar; y tan pronto lo encuentres, tú mismo te hieres. El
creyente racional lo que va a hacer es orar y pedirle a Dios que le
muestre en qué está mal, para cambiarlo. Todo porque hay una
persona que lo que tiene es envidia, o ha sido mal informada, y tiene
algo en contra tuya.
En
otras ocasiones, lo que hacen algunos es pedir justicia, y quieren es
ver esa justicia. Es en esos casos en los que el corazón se daña,
porque lo que realmente están es deseando que a esa persona le vaya
mal, sin darse cuenta que, al hacer esto, lo que provocan es que fe
se levante en sus vidas para lo malo, atrayendo para sí mismos el
mal.
Ante
las maquinaciones de la gente, lo que tienes que hacer, en primer
lugar, es quitarte la culpa. Pídele a Dios que te muestre si hay
algo mal en ti, para arreglarlo. Pero, después de que Dios hable a
tu vida, si caes en cuenta de que no has hecho nada con malas
intenciones, no has dañado a nadie, entonces es la otra persona la
que tiene el corazón dañado. Entrégaselo a Dios. Déjalo en sus
manos.
No
esperes ver la justicia como el mundo la quiere ver, porque el mundo
lo que quiere es revancha, mientras que Dios quiere hacer justicia.
Sería muy fácil que Dios eliminara a tus enemigos del camino, pero
esa no es la justicia de Dios para tus enemigos. La justicia de Dios
está en Salmos 23, cuando dice: Aderezas mesa delante de mí, en
presencia de mis angustiadores. El salmista no se refería al cielo,
porque en el cielo no hay angustiadores. La venganza de Dios es
prosperarte delante de tus angustiadores, para que ellos vean que
nunca pudieron detener lo que Dios dijo que haría contigo, sino que,
a pesar de lo que ellos maquinaron, Dios hizo contigo como él quiso.
Cuando
nuestro corazón se daña, nos volvemos parte del mal. Pídele a Dios
que, ante el mal, no te dañes.
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