LA SEMILLA DE LA OFENSA

Por Brian Adams
Creo
que la razón por la cual Jesús pudo perdonar de inmediato era
porque Él sabía quién Él era, de dónde procedía
y hacia dónde iba. No tenía un problema de identidad.
Estando
en oración a menudo y manteniendo siempre una comunión con el
Espíritu Santo y el Padre, Él pudo mantener la calma, por decirlo
de alguna manera. Las Escrituras nos dicen que Él iba seguido a
orar. Creo que esto es clave. Vea, orando a menudo estamos
crucificando la carne y trabajando el dominio propio del alma.
Es
en el área de nuestra alma o emociones,
donde
la ofensa comienza. Leímos que el pecado fue primeramente concebido
en el corazón de Satanás.
La
imaginación hará crecer odio y ofensas si es alimentada por el
alma.
La
imaginación sometida al Espíritu brindará un lugar donde la fe
puede crecer, y luego debemos meditar en la Palabra de Dios. Jesús
se mantuvo humilde al estar siempre en la presencia del Dios
Todopoderoso. Es el orgullo de nuestra naturaleza caída el que se
ofende. Decimos: “¿cómo se le ocurre a alguien hacerme esto?”.
Ahora, hay casos donde somos lastimados, abusos o crímenes, los
cuales no tienen nada que ver con el orgullo, pero muchas de las
ofensas menores suceden cuando sentimos que se nos faltó el
respeto. Como Jesús siempre oía al Padre, Él sabía qué decir y
cómo responder. En realidad, El Espíritu Santo le decía cosas que
habrían de suceder. Él podía prepararse en oración por medio de
la Palabra. Edificándose en oración Él recibía sabiduria
para tratar con las situaciones. Estoy convencido de que si pasamos
más tiempo en oración recibiendo de nuestro Padre obtendremos
mayor madurez.
“En
aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a
Dios.” (Lucas 6:12).
Nos
engañamos y caemos justamente en el plan del enemigo cuando nos
enojamos con las personas que dicen y hacen cosas que nos lastiman.
Recuerde, se nos dice que no debemos luchar contra gente, sino
contra espíritus que manipulan a las personas. Si prestáramos
atención a esto, y nos enojamos, deberíamos enojarnos con el
diablo y perdonar a la persona que está siendo usada para causarnos
problemas o lastimarnos y orar por ella.
“Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este
siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes.” (Efesios 6:12).
Saltemos
al versículo 18: “Orando en todo tiempo con toda oración y
súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y
súplica por todos los santos.” (Efesios 6:18).
Cuando
lee el pasaje del versículo 12 al 18 verá que nos dice que no
luchamos contra gente, sino contra demonios. Ahora puede vestirse
para la batalla sabiendo dónde se origina toda esta guerra. Las
personas que se enredan en ella son engañadas y se convierten en
prisioneros a disposición del diablo. Oremos por ellas.
Primeramente, perdónelas para desatar el poder de Dios el cual
repele la guerra, y luego ore para que sean liberadas y productivas
en el Reino de Dios.
Estoy
convencido de que si usted se ofende fácilmente no es una persona
tan madura como usted cree y todavía ignora muchos aspectos
espirituales. Ahora, aguarde un momento antes de ofenderse conmigo
mientras lee este libro acerca del perdón. Termínelo primero y
verá que estoy tratando de presentarle la verdad de manera directa.
Esta es la verdad que aprendí por medio de la revelación y la
aplicación práctica.
Así
como Jesús, debemos perdonar desde la cruz, en el instante cuando
sucede. Cuanto más rápido usted lo suelte y perdone, más rápido
el poder de Dios es desatado para arreglar y prevenir problemas.
Sabiendo que las ofensas van a ocurrir, debemos vestirnos
apropiadamente con la armadura y orar. Debemos entrenarnos para
responder de manera apropiada perdonando, amando, respondiendo de
inmediato. Haga esto y protegerá su alma de las semillas de la
ofensa y puede comenzar la intercesión por las almas cautivas que
causan contienda, división y esparcimiento de ovejas. Cuando
pasamos tiempo en la Palabra de Dios y con el Dios de la Palabra,
vestidos siempre con la armadura y permitiendo que el
amor de Dios fluya
por medio nuestro, podemos desatar el perdón. Jesús pudo otorgar
el perdón y orar por perdón. Cuando la mujer fue atrapada en el
acto del adulterio Jesús no la hizo esperar durante días.
“Entonces
los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en
adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer
ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos
mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús,
inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como
insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de
vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo
en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia,
salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los
postreros; y quedó solo
Jesús,
y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a
nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te
acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor.
Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”
(Juan 8:3-11).
La
primera vez que leí esta historia me sorprendió mucho la rapidez
con la que Jesús quitó la condena y la perdonó. Él sabe que
usted debe tratar con las semillas de condenación, ofensas y
amargura. Las palabras tienen poder. No debemos permitirles que
tengan nada de tierra donde puedan ser plantadas para comenzar a
crecer.
“La
muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama
comerá de sus frutos.” (Proverbios 18:21).
Vemos
que Jesús estaba dispuesto a permitirle al hombre en la cruz que
fuese el primero en beneficiarse de la obra de la cruz. Él perdonó
a la mujer adúltera y al hombre que bajaron por el techo. Sus
ejemplos nos muestran que debemos perdonar rápidamente, remitir
nuestros pecados y brindar el amor que recibimos del Padre. Perdonar
es tan clave así que trate de ser perdonado lo antes posible.
Otra
vez, así las semillas de la ofensa no echan raíces de amargura las
cuales traen una cosecha de tormento, enfermedades, dolencias e
incluso fobias, temores, enojo o ataques de ira.
“Mirad
bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que
brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos
sean contaminados.” (Hebreos 12:15).
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