DIOS ES DIGNO DE CONFIANZA
“Ella
fue e hizo lo que le había dicho Elías, de modo que cada día hubo
comida para ella y su hijo, como también para Elías.” 1 Reyes
17:15 (NVI)
Hablábamos
con Miri sobre este tema haciendo un poco de memoria de nuestra vida.
Es
fácil confiar en Dios y
hablar de su misericordia y poder cuando estás en la cresta de la
ola. Es sencillo cantar el domingo cuando sabes
cuanto te queda en tu cuenta bancaria, que vas a poder pagar todas
tus deudas, y cuanto vas a poder ahorrar para cambiar el auto. Es
cómodo adorar a Dios y
servirle cuando el éxito te acompaña y la fama te saluda con
respeto.
Pero
en estos días de crisis, todo se hace más cuesta arriba. La fe se
debilita, el ánimo decae y el cielo se vuelve de hierro. Cuando la
inseguridad y la inestabilidad golpean la puerta de tu casa ya no es
tan simple adorar y agradecer. Fue entonces cuando Miri me recordó
la historia de esta viuda increíble.
Había
sequía desde hacía tres años. No había comida, no había agua y
la gente moría de hambre. Para colmo, esta mujer era viuda y tenía
un niño pequeño. Nadie la ayudaba y hacía lo que podía. Fue esa
mañana a buscar un poco de leña para hacer su último pedazo de
pan, comerlo con su hijo y dejarse morir. No
había más esperanza. Ya se había consumido todo lo que tenia.
Fue
entonces cuando aparece este profeta desconocido y le pide que
primero le haga para él una torta (con todo el sustento que tenía),
porque Dios iba a premiar su confianza y le iba a dar comida hasta
que llueva de nuevo. No había reservas en la ciudad, no había donde
comprar, no había campos sembrados. Solo quedaba un puñado de
harina.
Y
esta mujer con sus dudas y temores, hace la última torta,
¡y se la da al profeta!
Tenía solo la palabra de un desconocido, había
escuchado de Dios hacía
tiempo, no era del pueblo de Israel, pero algo hizo que confiara. Y
ella confió.
El
milagro todos lo conocemos y el aceite y la harina nunca faltó de su
mesa. Pero el ratito entre que el profeta comía su comida y la de su
hijo, y comenzó a aparecer el milagro, habrá sido increíblemente
duro.
¿Y si me mintió (habrá pensado)? ¿Y si era un falso profeta? ¿Y
si Dios no responde?
Pero Dios siempre responde.
REFLEXION–
Dios
es digno de confianza.

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