EL DOMINIO DEL TEMOR

Varios
años atrás, un circo de televisión bien conocido desarrolló un
acto que incluía tigres de bengala.
El
acto se hacía en vivo delante de una gran audiencia. Una noche, el
entrenador entró en la jaula con varios tigres y la puerta era
cerrada de forma rutinaria detrás de él. Las luces inundaban la
jaula y las cámaras de televisión se acercaban para que la
audiencia pudiera ver cada detalle mientras él con habilidad ponía
a los tigres en el ritmo adecuado.
En
medio de la actuación, pasó lo peor: las luces se apagaron.
Por
casi treinta largos segundos, el entrenador estuvo encerrado con los
tigres en la oscuridad. Con su visión nocturna superior, los tigres
podían verlo, pero él no los veía a ellos. Él sobrevivió. Cuando
regresaron las luces, con calma terminó su actuación.
Cuando
le preguntaron al entrenador cómo se sintió, él admitió sentir un
frío temor al principio, pero luego -dijo-, se dió cuenta de que
aunque él no podía ver a los felinos, ellos lo sabían. Él dijo:
“Solo continué sonando mi látigo y hablándoles hasta que las
luces regresaron. Ellos nunca supieron que yo no les podía ver tan
bien como ellos me veían a mí.”
Sigue
hablando a los tigres del temor que parece estar persiguiéndote.
¡Ellos obedecerán tu voz de fe!
Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Salmo 23:4
Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Salmo 23:4
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