HEROES
CON PIES DE BARRO!
Dios
se complace en moverse a través de gente imperfecta. Los grandes
hombres y mujeres de fe que registra la Escritura no estaban exentos
de los defectos e inclinaciones pecaminosas que aquejan a cualquier
otro ser humano. El apóstol Santiago habla del gran profeta Elías,
por ejemplo, y nos dice que "era un hombre sujeto a pasiones
semejantes a las nuestras". Sin embargo, añade, "oró
fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por
tres años y seis meses" (Santiago 5:17).
Casi
todos los reyes que registra la Escritura cometieron graves errores.
Había en ellos ciertas debilidades espirituales que en ocasiones los
abrieron a la tentación, y que casi los llevaron a la ruina y aun a
la pérdida de su vida. Inclusive, como el rey Josafat, hicieron
decisiones en su reinado que trajeron maldición y tragedia a su
linaje, y que acarrearon corrupción y juicio sobre la nación de
Israel.
Como
esos personajes bíblicos, tú y yo no tenemos que ser gigantes
espirituales para ver la gloria de Dios en nuestra vida. No estoy
diciendo que la excelencia espiritual no sea importante. Lejos esté
de mí sugerir que tenemos que conformarnos con la mediocridad
espiritual y excusar nuestros defectos persistentes con el reclamo
barato de que “Dios conoce mis debilidades, y es misericordioso”.
Es
importante siempre ir hacia lo mejor. Tenemos que esforzarnos cada
día por ser más agradables al Señor, y someternos a un continuo
proceso de santificación. Es importante buscar crecer cada día más
y más. Pero a veces caemos en la trampa de creer, “Tengo que ser
un gran hombre o mujer, un misionero destacado, un genio espiritual,
para que Dios se mueva poderosamente en mi vida”.
A
Dios le encanta moverse a través de gente común y corriente, gente
con pies de barro, gente que está todavía peleando sus batallas y
que está en proceso de mejoramiento. Quién de nosotros puede decir,
“Yo estoy ya perfeccionado”. Si lo decimos, ya estamos cometiendo
el primer pecado: ¡Estamos mintiendo!
Espiritualmente
hablando, todos estamos a medio cocer; pero Dios, en su misericordia,
usa nuestra fe para romper barreras. Él se glorifica en usar vasos
frágiles para desplegar su poder y misericordia. Recuerda: No tienes
que ser un gigante espiritual. Podrás ser una persona con luchas y
ataduras emocionales, con inconsistencias, y estar muy en proceso,
pero Dios puede usar tu fe para romper las barreras. La bendición de
Dios es para todo aquel que cree (Romanos 1:16), no necesariamente
para todo aquel que es perfecto. ¡Siempre recuerda esto!
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