DANDO GRACIAS A DIOS POR TODO
“Te
daré gracias, Señor mi Dios, con todo mi corazón y glorificaré tu
nombre para siempre. Porque grande es tu misericordia para conmigo; y
has librado mi alma de las profundidades del Seol” (Salmos
86:12-13).
Para
tu vida presente debes aprender a dar gracias a Dios por todo lo que
sucede. Porque esta actitud te hace ver siempre lo positivo aún en
medio de luchas, aunque no entiendas todo lo que ocurre a tu
alrededor y dentro de tu mundo interior. La Biblia expresa:
“Entrad
por sus puertas con acción de gracias, y a sus atrios con alabanza
dadle gracias, bendecid su nombre. Porque el Señor es bueno; para
siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las
generaciones” (Salmos 100:4-5).
MEDITACION:
QUIERO DARTE GRACIAS…
Quiero
expresarte mis sentimientos surgidos en mi caminar por mi mundo
interior de tinieblas y de luchas y victorias. Ahora me detengo un
instante y miro hacia delante, a la luz de la aurora. He caminado un
largo trecho donde tu luz me fue alumbrando cada día con mayor
intensidad. Sé que un día cuando me llames, mi cuerpo dejará en
libertad el alma que hoy te pertenece. Dejará esta prisión de carne
y de luchas entre mis dos naturalezas, que se oponen entre el bien y
el mal: La lucha de mi egoísmo y la de mi espíritu.
Miro
también hacia atrás para ver el camino por donde me guiaste.
Gracias Señor por salvarme cuando estaba ciego, prisionero y
angustiado. Tu me llamaste y tuviste misericordia de mí. Por ese
milagro y muchos más, sé que tu estás en mí, ahora, y más allá
de mis pensamientos.
Ahora
veo con paz mi pasado, no para llorar por mis errores, sino para
reconocer la ceguera espiritual en que me encontraba, pero que tu
alumbrastes poniendo en mi ser arrepentimiento
y
redimiéndome
con el perdón de mis pecados. Me diste también capacidad de
perdonar a otros, pedir perdón y perdonarme a mí mismo.
Gracias,
porque en mi caminar de tu mano, nunca me abandonaste. Pusiste el
dedo sobre mis llagas para que a través del dolor de mis heridas
tuviera que enfrentarme a ellas para poder sanarme emocional y
espiritualmente. Me obligaste sutilmente a mirar la miseria dentro de
mi alma para que fuera capaz de descubrir las cadenas que me
aprisionaban.
Me
diste la dicha de descubrir la verdad de mis tristezas, las razones
por las que fracasé en tantas cosas a causa de los frutos del pecado
en mi corazón. Pero más importante aún, me diste el derecho por tu
gracia de ser llamado Hijo de Dios cuando te acepté en mi corazón.
Llenaste mi vida de sabiduría y del poder de tu Santo Espíritu.
“A
ti, Dios de mis padres, doy yo gracias y alabo, porque me has dado
sabiduría y poder” (Daniel 2:23).
Ahora
puedo entender que en tu camino permitiste momentos de lucha intensa
y de angustia para moldear mi carácter y atraerme a tus brazos. Me
enfrentaste a mis propios enemigos que arrebataban mi paz
interior,
pero no me entregaste a ellos. En cada lucha me diste el tiempo que
necesitaba para alcanzar la victoria, “no con mis fuerzas sino con
tu Santo Espíritu”.
Sin
tu amor no hubiera podido vencer mi dolor y odio que estaba congelado
en un lugar frío y remoto de mi mundo interno. Terminó el tiempo
para recordar con dolor mi ayer. Ahora mis sueños para un mañana
están en tus manos porque “Mayores son tus caminos y pensamientos
que los míos”. Queda el tiempo de caminar en comunión contigo, en
libertad: Tú eres mi Dios, tu hijo soy.
“¡Gracias
a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15). “Lavaré mis
manos en inocencia, e iré alrededor del altar, Oh Jehová, para
proclamar con voz de acción de gracias agradecimiento y contar todas
tus maravillas” (Salmos 26: 6-7).
No hay comentarios:
Publicar un comentario