CONTENDAMOS
POR NUESTRA FE CON GRACIA Y AMOR, Por Dr. Roberto Miranda.
Indudablemente, la influencia social y política de la Iglesia a través de la historia, en la medida en que se ha ceñido a los valores de la palabra de Dios, ha sido benévola y humanizadora. Solo hay que observar la diferencia entre los países que históricamente se han desarrollado bajo la influencia del cristianismo, y aquellos que han evolucionado bajo la tutela de otros sistemas religiosos. Pero en muchas ocasiones, la Iglesia ha manejado muy mal la autoridad. Ha traído vergüenza y escándalo al nombre de Jesucristo cuando ha usado su poder para oprimir a otros y enriquecerse ilegítimamente.
Por
todas estas razones, hay que proceder con mucha sobriedad y cautela
cuando abogamos a favor de una mayor integración entre Iglesia y
gobierno, o cuando nos frustramos ante la resistencia de tantos hacia
la idea de un gobierno cristiano en nuestros países. En cierta
medida, la culpa de esa actitud sospechosa hacia la Iglesia de parte
de tanta gente moderna cae a los pies de la Iglesia misma, por su
comportamiento inconsistente y pecaminoso a través de los siglos
cuando ha manejado el poder político.
Habiendo
dicho esto, sin embargo, tenemos que reconocer que Dios quiere que
las naciones y las demás instituciones humanas reflejen los valores
de su Reino; que aun antes de que Cristo venga, los cristianos
debemos esforzarnos porque nuestras sociedades se sujeten a los
valores morales y espirituales del evangelio. No podemos tomar
nuestro talento, como el siervo infiel de la parábola, y esconderlo
en un pañuelo por temor a no invertirlo correctamente. El temor al
fracaso no debe jamás impedirnos obedecer al mandato de Jesús de
negociar hasta que él venga (Lc 19:13). Los cristianos tenemos que
obedecer al llamado de involucrarnos en la política, en el ámbito
social y cultural. Debemos emplear esas posiciones de influencia,
cuando las obtengamos, para facilitar el esparcimiento del evangelio
y sus valores morales y espirituales.
La
Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que usaron
posiciones de influencia política para avanzar los intereses y los
valores del Reino de Dios. Ahí tenemos a José, Daniel, Ester,
Nehemías, a quienes Dios usó grandemente para establecer sus
propósitos históricos. A través de la historia, cristianos como el
padre Las Casas, Abraham Lincoln, William Wilberforce, y Abraham
Kuyper obtuvieron fuerzas e iluminación de su fe cristiana para
llevar a cabo importantes reformas en el seno de la sociedad.
Personajes bíblicos como José, David, Daniel y Josafat usaron el
poder político desde una postura centrada en Dios y su Palabra, y se
movieron con integridad y competencia en el desempeño de sus
responsabilidades públicas.
Cuando
desempeñamos un cargo público, debemos amarrarnos ferozmente al
mástil de la oración y la palabra de Dios, a fin de obtener la
sabiduría necesaria para manejar el poder conforme a los valores del
evangelio. Como Salomón, tenemos que pedirle al Señor, “Da, pues,
a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para
discernir entre lo bueno y lo malo” (I Rey 3:9). Tenemos que
proyectar genuinamente al mundo humildad y generosidad. Pero no
podemos actuar con titubeos o timidez cuando Dios nos concede la
oportunidad de legislar en su nombre.
¡No
podemos meternos en un rincón y dejar de contender por nuestra fe
sólo porque hayamos cometido errores en el pasado! Lo importante es
aprender de esos errores, y movernos con sabiduría y humildad.
Debemos esforzarnos como nunca para que nuestra influencia social
refleje la bondad, la gracia, la justicia y la verdad de Jesucristo.
Tenemos que proceder con honestidad y transparencia cuando entramos
en el terreno incierto y traicionero de la política y la
transformación cultural. Pero también tenemos que intervenir con
seguridad y determinación, sabiendo que nos movemos en el poder y la
autoridad de Jesucristo. Manejamos la verdad única y total de Dios,
la cual las naciones necesitan como nunca antes.
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